lunes, 29 de octubre de 2012

A CIELO ABIERTO CAPITULO 3

LA FUNDACION DE ROMA Y NUESTRO AMBIENTE.


Hay una media docena de hitos en la historia del derecho, que pueden señalarse así: La fundación de Roma (753 a.C.) el Código de Hammurabi (3.250 a.C.), la Revolución Francesa (1879), la Declaración de los Derechos del Hombre (l948), y la  Primera Cumbre de la Tierra celebrada en Río de Janeiro (l992) de donde nació el Programa para el siglo XXI conocido como  AGENDA 21.
Hoy me ocupare del primero y en las notas próximas de los restantes.  Verán que todos esos acontecimientos responden a un común denominador. La lucha por la convivencia posible y por la supervivencia del género humano.
En el libro Vidas Paralelas, en el cual Plutarco, historiador griego del siglo II, hace parangones entre personajes romanos y griegos, relata en el capítulo dedicado a la Vida de Rómulo, como se llevó a cabo la fundación de Roma.
Este personaje mítico-histórico (imposible encasillarlo en uno de esos conceptos) bajo el auspicio de los dioses a través de signos inequívocos que los augures (consejeros-adivinadores-sacerdotes) confirmaron, obedeciendo a la manda divina, fundó la ciudad que luego alcanzó a ser sede del Imperio  mas extenso e importante de la antigüedad occidental y hoy uno de los centro de la espiritualidad y del mundo cristiano en particular.
Ello ocurrió el 21 de abril del año 725 A.C., sobre los restos de la antigua población llamada ALBA LONGA.
En la mañana primaveral marcó los límites de la ciudad con un arado al cual había uncido una pareja de bueyes blancos (color bautismal y de la toga – llamada cándida -  que luego utilizarían los magistrados al jurar en sus cargos).
Levantaba la reja del arado en los espacios prefijados que marcaban las puertas. Concluida la misión, enunció las leyes –que dijo le fueron dictadas por la divinidad – coincidiendo en este punto con todos los lideres espirituales de la antigüedad – y mandó cavar un foso a lo largo de todo el perímetro, confiándole su custodia al Dios Término, encargado de evitar el ingreso de otros dioses, héroes o pleyade de vanidades errantes, para que sus lares (dioses de los antepasados) reinasen a sus anchas en la nueva ciudad.
En cada puerta instaló un guardián, (el pontifex que significa cuidador del puente). Una puerta abierta – especialmente para las ciudades antiguas –era un flanco débil, significa la exposición al peligro. Y no podía echar mano al olimpo de los dioses para  custodiarlas. Puso lo que tenía: simplemente a hombres,  seres humanos, para vigilar y controlar ese aire y luz y compartir la chispa de la divinidad en el dictado de sentencias que hoy llamaríamos sumarísimas, dictadas en el lugar, como porteros especializados. Esos soldados de la ley fueron los primeros jueces.
El ingreso a la ciudad por lugar diverso de las puertas (que hoy tipificaríamos como contrabando) era castigado con la pena de muerte. Un sentido religioso profundo defendía a los humanos y a los dioses del ataque exterior. Narra la tradición que Remo, hermano mellizo, hizo caso omiso de tal manda, entró por el lugar prohibido, y Rómulo jefe máximo - militar y religioso,- para dar ejemplo, ejecutó la pena impuesta. Le dio muerte.
En “La ciudad antigua” -libro de Foustel de Coulanges cuya lectura recomiendo-
se elabora la tesis - que comparto – acerca de la convivencia de la religión y el derecho que llegaban a hermanarse en pos de la supervivencia del ser humano y de los dioses tutelares.
Las leyes divinas no podían ser derogadas por el ser humano. Pero eran aplicadas por esos pontifex, siempre en beneficio del ciudadano, hombre de la ciudad. Si el individuo poseía algún derecho era en su ciudad. Poco o nulo era su derecho fuera de ella. Siglos demando ese reconocimiento, y se logró a través de la secularización de la teología. El dar al Cesar lo que del Cesar y a Dios lo que es de Dios, marco el camino hacia la mundializacion del derecho humano, que se hizo laico.
El enemigo, entonces residía de las murallas hacia afuera.
Hoy –la polución – nuestro actual enemigo está conviviendo con nosotros. ¿Por que puerta entró? ¿Quien permitió su ingreso incumpliendo sabias leyes? ¿Hace falta que lo individualice? Sin duda atenta no solamente con al fárrago de normas jurídicas ambientales que se dictan por los hombres en pro del ambiente y de otros hombres, sino con las que marcó y dispuso la divinidad. Ya no solamente la ciudad sino el cielo y la tierra (disipando las tinieblas) fueron creados para nosotros y nuestra posteridad. A las puertas de las ciudades –en sentido figurado hoy en día – instalamos a nuestros cuidadores del puente, a los jueces.
Pero son simplemente hombres que ejercen una función en la cual todos confiamos. Porque de ellos depende nuestra seguridad y nuestra residencia en la vida, de la gestión útil que desarrollen impidiendo la entrada de más  pagana contaminación. Aquella que se encuentra murallas adentro, y que ingresó sin duda por lugares prohibidos, incluye su oficio el que sea erradicada.
Es tarea común el solicitar y exigir que nos custodien.  Pero no debemos olvidar que son simplemente hombres. No hay que sobrecargarlos de tareas, debemos desbrozar el camino para que a ellos, y a su casa, los tribunales, lleguen los temas a los cuales la sociedad, usted y yo no hayamos podido encontrarle respuesta. La pena de muerte, en la mayoría de los países, fue abolida para los hombres. La polución es la muerte para la Tierra. ¿No es algo más que una pena?
Rómulo mató a su hermano poniendo a la ley por encima del derecho de su propia sangre. De ese ejemplo y sobre ese dolor edificó a la ciudad que albergó al Imperio.
Como los augures que asesoraron a Rómulo, en un día declarado “FASTOS”, hoy pero al revés, y a riesgo que nos tomen por agoreros (su acepción actual es la de malos presagiadores) advertimos que –de proseguir en este camino- sobrevendrán los días “NEC FASTOS” y la polución hará desmoronar hasta la última casa, aniquilando todo aquello que pueda imperar en la sociedad libre. En ese trance, todos estamos hermanados.
Lejos de ser apocalíptico, con parecidas palabras comienza el informe socio-económico elaborado por distintas naciones en 1987 para la ONU, por una comisión encabezada por la doctora Gro Harlem Brundtland., ministra sueca, nación anfitriona del encuentro de ESTOCOLMO  (1972) que constituyó la partida de nacimiento o fundación del derecho ambiental. Originalmente, ese informe se denominó Nuestro Futuro Común, título que de por si encierra un anhelo de verdad y vida perdurable, tal como debió haber pensado Rómulo.


Mario Augusto Capparelli  capparelli.mario@gmail.com

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