CONCEPTOS BASICOS (2)
Continuamos
con las nociones que constituyen el vocabulario básico del ambientalismo.
QUIEN ES CONTAMINADOR
Son conceptos
aceptados, e integran el vocabulario y la cultura media de gran parte de la
población, los que se refieren al medio ambiente, la polución, la
contaminación, la agresión a los elementos primarios, la tierra, el aire, el
agua y a los valores culturales, etc.
Se asimila la voz
"contaminación" o "polución" con un cambio perjudicial en
dichos elementos, y por decantación, se corre al intérprete la visión de la
calidad de vida perjudicada, menospreciada, en suma, en peligro.
Aunque no son
sinónimos. El diccionario de la real academia define como contaminación la
alteración nociva de la pureza o las condiciones normales de una cosa o un
medio por agentes químicos y físicos. Y como polución a la contaminación
intensa y dañina del agua o del aire promovida por los residuos de procesos
industriales o biológicos.
No se deberían
usar como sinónimos pero el lenguaje y la acepción generalizada vulgarizaron la
escasa diferencia.
La misma
reflexión se impone cuando se menciona la voz "contaminante",
aplicable a sustancias en estado
sólido, líquido o gaseoso (humos, sedimentos, olores, etc.) que confluyen en
los elementos primarios para modificarlos negativamente.
Pero cuando la
visión se nubla, no se clarifica ni siquiera desde el inicio de la formación de
la imagen, es cuando se trata de individualizar al "contaminador".
Inmediatamente se lo asocia, se lo identifica con la empresa, chica, mediana o
grande, cuando no con los Estados, (nacionales, provinciales o municipales). En
ningún momento se asocia el concepto con la persona física, el ser humano
individual. Es una verdad que se trata de soslayar (con ese afán moderno o
comiteril de traslación de culpas a un grupo informe de seres vivos,
mitológicos o muertos) porque de dicha consideración parte el inicio de la
solución de los problemas ambientales que se padecen en la actualidad y los que
sin duda se padecerán en el futuro. Esto en la medida que no se internalice, no
se haga carne en el ser humano que el principal contaminador es él, uno mismo,
yo, usted, nosotros.
El concepto, ya
no jurídico, de calidad de vida, se refiere a un conjunto de condiciones que se
han considerado de toda necesidad - materiales, espirituales - que un grupo
social (tribalizado, municipalizado, provincializado o continentalizado)
considera necesario para subsistir con dignidad, en definitiva, para que su
existencia transcurra con salud y en paz.
Los casos que llegan a conocimiento de los Tribunales, y los que se dan
a publicidad en las revistas especializadas o en los medios nos enfrentan con
catástrofes, lluvias torrenciales, maremotos, buques que vierten su contenido
polucionante fuera de los lugares previstos, daños tremendos al ambiente, son
de difícil cuando no imposible reparación.
Nos abruman
cotidianamente con cifras aplastantes y con versiones apocalípticas. Todo
parece no tener salida ni solución y en muchos casos no la tiene o resulta
sencillo advertir que la recomposición
demandará esfuerzos titánicos no ya de un Estado sino de varios. Las ayudas o
asistencias a otros estados resultarán cada vez más frecuentes y de toda
necesidad. Es evidente que el maltrato al ambiente sobrepasa las posibilidades
de un solo país.
Y esa visión o
escenario nos aleja del campo de posibilidades que cada uno de nosotros tiene a
su alcance. Todo ello en el límite humano, que no es poco decir.
Los países en
general reaccionan legislando con normas de escaso o nulo acatamiento. Se
promulgan leyes, decretos y reglamentos de farragosa interpretación y a veces
contradictorios.
Como ejemplo, la
Nación y la Provincia de Buenos Aires, legislaron prohibiendo simultáneamente
el tránsito o recepción de residuos peligrosos. Los camiones recolectores de
residuos continúan no obstante su tránsito interprovincial. La costumbre
“contra legem” se hace cotidiana.
Nuestro desapego
al cumplimiento de la ley, en general, también engrosa el desfile de
calamidades. Tiene antecedentes lejanos pero no menos valederos. En épocas de
la colonia, -y por atávica tradición peninsular de aquellos Ayuntamientos- el
Virrey leía en el Cabildo ante regidores, oidores, funcionarios y la parte
principal y más sana de la población, las reales cédulas, y ordenanzas,
elaboradas en el lejano corazón del Imperio que nos imponía un monopolio feroz.
Al concluir la lectura, generalmente de disposiciones que tornaban imposible la
vida colonial, el comercio y la incipiente industria, decía en alta voz: “SE
ACATA PERO NO SE CUMPLE”. Con ello terminaba el acto, el Virrey se encerraba en
el fuerte y la población conocedora de la ley imperfecta, su inocuidad, su
sinrazón, que los abandonaba a convivir con la ilegalidad, se abría al
contrabando.
No fueron buenos
comienzos.
Somos capaces,
tal vez de puro sentimiento opositor, de
edificar una montaña de basura, de toda índole y color, allí donde alguien
pidió que no sea arrojada. Las calles se inundan con más frecuencia porque las
alcantarillas se ven colmadas con restos de papeles, cartones, plásticos,
botellas, maderas.
La contaminación
sonora y la polución del aire nos colocan en los primeros lugares del mundo
pero en cuanto se trata del sobrepaso de todo índice de tolerancia, en lo
atinente a calidad de vida, que en definitiva de eso se trata.
La contaminación
visual de publicidades atrapantes inunda nuestras vías de tránsito y carreteras
haciendo peligrar el diario transitar.
El movimiento se
demuestra andando. Las leyes ambientales, predican, propenden y tratan, fuera
de todo rigor legislativo, a la educación de la población. El
legislador ha asumido que la norma fría no puede llegar a ser aplicable si el
destinatario se obstina en vulnerarla, en no acatarla.
La educación
ambiental desde los primeros niveles de escolaridad se debe implementar y
esmerar. Es la salida, es el comienzo de la solución.
Circula una
anécdota, seguramente una alegoría, que menciona hechos, y de los cuales se
extraen conclusiones o se deberían extraer. Del episodio no fui testigo
presencial, pero es dable creer que así se dio en la realidad.
Sucedió en Suiza,
hace algunos años, cuando el tema ambiental, en esas latitudes, ya era
preocupación de los gobiernos, y de las familias.
Por las calles de
Berna, un turista, sin duda, tiró en la calle el envoltorio de un paquete,
cigarrillos o caramelos. Un transeúnte que caminaba en sentido contrario lo
detuvo y le pidió que lo levantara, le explicó que él vivía en esa ciudad y que
a la Municipalidad no necesitaba ni le servía para nada ese papel en el suelo,
que en el recipiente si, por cuanto iría a ser reciclado, pero si un empleado
de la Comuna tenía que recogerlo, requería de tiempo no previsto en su actividad
habitual, mayores gastos, etc...Que para eso se habían instalado específicos
buzones. Que todo ese despliegue de actividad no resultaría necesario si se
cumpliera con la norma escrita (que el turista debía conocer porque el derecho
en todas latitudes se presupone conocido) pero que por las dudas le recitó.
Tiempo después,
de visita en ese país me fue explicado –
ya quizás como anecdótico mito nacional-que la limpieza del país se debía a ese
simple y fácil acuerdo: no tirar papeles en la calle ni en otro sitio más que
en los indicados. Si nos pudimos poner de acuerdo en eso, me dijo, el resto
vino por añadidura.
Piense el lector
qué ocurriría entre nosotros, con nuestro medio, y para nuestra calidad de
vida, para nuestro futuro, si esa
conducta fuera puesta como ejemplo. Con éxito, claro está.
Dr. Mario Augusto Capparelli
Colaboracion Web Estudio Iacona Indemnizacion por despido laboral
antiguedad por despido
Dr. Mario Augusto Capparelli
Colaboracion Web Estudio Iacona Indemnizacion por despido laboral
antiguedad por despido
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