sábado, 29 de septiembre de 2012

CONCEPTOS BASICOS DEL AMBIENTALISMO (2)



CONCEPTOS BASICOS (2)
 
Continuamos con las nociones que constituyen el vocabulario básico del ambientalismo.

                                            QUIEN ES CONTAMINADOR

Son conceptos aceptados, e integran el vocabulario y la cultura media de gran parte de la población, los que se refieren al medio ambiente, la polución, la contaminación, la agresión a los elementos primarios, la tierra, el aire, el agua y a los valores culturales, etc.
Se asimila la voz "contaminación" o "polución" con un cambio perjudicial en dichos elementos, y por decantación, se corre al intérprete la visión de la calidad de vida perjudicada, menospreciada, en suma, en peligro.
Aunque no son sinónimos. El diccionario de la real academia define como contaminación la alteración nociva de la pureza o las condiciones normales de una cosa o un medio por agentes químicos y físicos. Y como polución a la contaminación intensa y dañina del agua o del aire promovida por los residuos de procesos industriales o biológicos.
No se deberían usar como sinónimos pero el lenguaje y la acepción generalizada vulgarizaron la escasa diferencia.
La misma reflexión se impone cuando se menciona la voz "contaminante", aplicable a  sustancias en estado sólido, líquido o gaseoso (humos, sedimentos, olores, etc.) que confluyen en los elementos primarios para modificarlos negativamente.
Pero cuando la visión se nubla, no se clarifica ni siquiera desde el inicio de la formación de la imagen, es cuando se trata de individualizar al "contaminador". Inmediatamente se lo asocia, se lo identifica con la empresa, chica, mediana o grande, cuando no con los Estados, (nacionales, provinciales o municipales). En ningún momento se asocia el concepto con la persona física, el ser humano individual. Es una verdad que se trata de soslayar (con ese afán moderno o comiteril de traslación de culpas a un grupo informe de seres vivos, mitológicos o muertos) porque de dicha consideración parte el inicio de la solución de los problemas ambientales que se padecen en la actualidad y los que sin duda se padecerán en el futuro. Esto en la medida que no se internalice, no se haga carne en el ser humano que el principal contaminador es él, uno mismo, yo, usted, nosotros.

 El concepto, ya no jurídico, de calidad de vida, se refiere a un conjunto de condiciones que se han considerado de toda necesidad - materiales, espirituales - que un grupo social (tribalizado, municipalizado, provincializado o continentalizado) considera necesario para subsistir con dignidad, en definitiva, para que su existencia transcurra con salud y en paz.
             Los casos que llegan a conocimiento de los Tribunales, y los que se dan a publicidad en las revistas especializadas o en los medios nos enfrentan con catástrofes, lluvias torrenciales, maremotos, buques que vierten su contenido polucionante fuera de los lugares previstos, daños tremendos al ambiente, son de difícil cuando no imposible reparación.
Nos abruman cotidianamente con cifras aplastantes y con versiones apocalípticas. Todo parece no tener salida ni solución y en muchos casos no la tiene o resulta sencillo advertir que  la recomposición demandará esfuerzos titánicos no ya de un Estado sino de varios. Las ayudas o asistencias a otros estados resultarán cada vez más frecuentes y de toda necesidad. Es evidente que el maltrato al ambiente sobrepasa las posibilidades de un solo país.
Y esa visión o escenario nos aleja del campo de posibilidades que cada uno de nosotros tiene a su alcance. Todo ello en el límite humano, que no es poco decir.
Los países en general reaccionan legislando con normas de escaso o nulo acatamiento. Se promulgan leyes, decretos y reglamentos de farragosa interpretación y a veces contradictorios.
Como ejemplo, la Nación y la Provincia de Buenos Aires, legislaron prohibiendo simultáneamente el tránsito o recepción de residuos peligrosos. Los camiones recolectores de residuos continúan no obstante su tránsito interprovincial. La costumbre “contra legem” se hace cotidiana.
Nuestro desapego al cumplimiento de la ley, en general, también engrosa el desfile de calamidades. Tiene antecedentes lejanos pero no menos valederos. En épocas de la colonia, -y por atávica tradición peninsular de aquellos Ayuntamientos- el Virrey leía en el Cabildo ante regidores, oidores, funcionarios y la parte principal y más sana de la población, las reales cédulas, y ordenanzas, elaboradas en el lejano corazón del Imperio que nos imponía un monopolio feroz. Al concluir la lectura, generalmente de disposiciones que tornaban imposible la vida colonial, el comercio y la incipiente industria, decía en alta voz: “SE ACATA PERO NO SE CUMPLE”. Con ello terminaba el acto, el Virrey se encerraba en el fuerte y la población conocedora de la ley imperfecta, su inocuidad, su sinrazón, que los abandonaba a convivir con la ilegalidad, se abría al contrabando.
No fueron buenos comienzos.
Somos capaces, tal vez de puro  sentimiento opositor, de edificar una montaña de basura, de toda índole y color, allí donde alguien pidió que no sea arrojada. Las calles se inundan con más frecuencia porque las alcantarillas se ven colmadas con restos de papeles, cartones, plásticos, botellas, maderas.
La contaminación sonora y la polución del aire nos colocan en los primeros lugares del mundo pero en cuanto se trata del sobrepaso de todo índice de tolerancia, en lo atinente a calidad de vida, que en definitiva de eso se trata.
La contaminación visual de publicidades atrapantes inunda nuestras vías de tránsito y carreteras haciendo peligrar el diario transitar.

 El movimiento se demuestra andando. Las leyes ambientales, predican, propenden y tratan, fuera de todo rigor legislativo, a la educación de la población. El legislador ha asumido que la norma fría no puede llegar a ser aplicable si el destinatario se obstina en vulnerarla, en no acatarla.
La educación ambiental desde los primeros niveles de escolaridad se debe implementar y esmerar. Es la salida, es el comienzo de la solución.
Circula una anécdota, seguramente una alegoría, que menciona hechos, y de los cuales se extraen conclusiones o se deberían extraer. Del episodio no fui testigo presencial, pero es dable creer que así se dio en la realidad.
Sucedió en Suiza, hace algunos años, cuando el tema ambiental, en esas latitudes, ya era preocupación de los gobiernos, y de las familias.
Por las calles de Berna, un turista, sin duda, tiró en la calle el envoltorio de un paquete, cigarrillos o caramelos. Un transeúnte que caminaba en sentido contrario lo detuvo y le pidió que lo levantara, le explicó que él vivía en esa ciudad y que a la Municipalidad no necesitaba ni le servía para nada ese papel en el suelo, que en el recipiente si, por cuanto iría a ser reciclado, pero si un empleado de la Comuna tenía que recogerlo, requería de tiempo no previsto en su actividad habitual, mayores gastos, etc...Que para eso se habían instalado específicos buzones. Que todo ese despliegue de actividad no resultaría necesario si se cumpliera con la norma escrita (que el turista debía conocer porque el derecho en todas latitudes se presupone conocido) pero que por las dudas le recitó.
Tiempo después, de visita en ese país me  fue explicado – ya quizás como anecdótico mito nacional-que la limpieza del país se debía a ese simple y fácil acuerdo: no tirar papeles en la calle ni en otro sitio más que en los indicados. Si nos pudimos poner de acuerdo en eso, me dijo, el resto vino por añadidura.
Piense el lector qué ocurriría entre nosotros, con nuestro medio, y para nuestra calidad de vida, para nuestro futuro, si  esa conducta fuera puesta como ejemplo. Con éxito, claro está.

Dr. Mario Augusto Capparelli

Colaboracion Web Estudio Iacona Indemnizacion por despido laboral
antiguedad por despido

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